lunes, 26 de diciembre de 2011

CLIMA DAKAR, CAPÍTULO 4: 2011 - LA LLEGADA, IMPOSIBLE NO EMOCIONARSE


El título encierra en pocas palabras lo que se sentía en el predio Ferial de la Sociedad Rural de Palermo, escenario de la premiación del Rally Dakar de 2009, 2010 y 2011.

Cada piloto que subía se expresa como podía, como le salía, como lo sentía. El primero fue uno de los héroes del Dakar, Tomás Maffei. El piloto de Martínez que apareció en la segunda etapa bien arriba y se quedó ahí una semana. En la punta de la general de cuatriciclos, peleando con Alejandro Patronelli y Sebastián Halpern. Recibió su medalla y se fue festejando con un "willy" en la bajada de la rampa. Llegó a la salida del sector y paró. Se quedó mirando a los demás, y se dio cuenta que no había festejado como tenía ganas. Dio la vuelta y a los 10 minutos apareció de nuevo, pasó por el costado del escenario y se puso a hacer trompos en la arena. Ahora sí... Se había animado a dar rienda suelta a su alegría.

Después apareció Santiago Hansen, piloto de Pilar que corrió su segundo Dakar. Pasó su cumpleaños número 34 en medio de las dunas del norte chileno. Tenía dos misiones: una era llegar, como todos, pero la otra motivación era recibir otra medalla, porque la primera, la del Dakar anterior ya tenía nuevo dueño. Al día siguiente tenía programado llevarle su medalla por llegar al final, a Ademar "Pajarito" Heguiabehere, su amigo accidentado en la primera etapa, que se recuperaba en su domicilio.

Llegó el turno de Daniel Mazzuco. Un cordobés emprendedor que puso un equipo de seis cuatriciclos 4x4 y una moto. Ganó ganó la clase de los Quads de doble tracción, y arriba de la rampa fue sorprendido por su hijo de 8 años, que corrió a sus brazos y se subió a la máquina que le permitió llegar a su papá.

Otra historia de la mañana del domingo, fue la de Pablo Copetti, el piloto rionegrino que terminó quinto, pero que saltó a la fama en los últimos kilómetros del último especial de la carrera, porque fue quien trajo a remolque a Francisco "Chaleco" López hasta Baradero, cuando el motociclista chileno rompió la suspensión trasera y quedó “tirado” en la etapa más sencilla y simbólica del Dakar. Copetti estaba por subir a la rampa y detrás de las vallas estaban su esposa y su pequeña hija. Esas mujeres que tanto extrañó. Un guardia de seguridad, al escuchar a la mujer que le gritaba a su hija mostrándole donde estaba su papá, no resistió la emoción, abrió la valla y les dijo que vayan, que crucen la arena y lo abracen. Allá fueron las dos. Corriendo y gritando emocionadas hasta la rampa. Arriba, el abrazo fue estremecedor, y la pequeña bajó del escenario sentada orgullosa en la falda de su padre sobre el cuatriciclo.

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