martes, 27 de diciembre de 2011

CLIMA DAKAR, CAPÍTULO 6: 2009 - LA MARAVILLOSA HISTORIA DE ISIDRE ESTEVE


Era media tarde del 16 de enero de 2009, y en una de las tribunas que daban de frente a la rampa de premiación del Dakar en la Rural de Palermo, quedaba menos y menos gente a medida que pasaban los competidores. Pero había una mujer rubia de unos 40 años sentada en el segundo escalón inferior con una bandera argentina en la falda, que repetía el mismo rito con cada tripulación.

En el momento que la voz de los conductores de la fiesta mencionaba el nombre de cada uno de los premiados, ella levantaba su brazo derecho y los saludaba, luego bajaba la mano, levantaba su bandera y la hacía flamear. Todo en silencio, sin emitir un solo sonido, y con los ojos llenos de emoción.

Así pasaron uno y otro, casi todos los competidores, hasta que llegó el turno de Isidre Esteve. Ese catalán que brillara en motos, y que sufrió un terrible accidente en Almería, el 24 de marzo del 2007, del cual heredó una paraplejia de por vida.

Esteve era piloto oficial KTM como Marc Coma. Podría perfectamente haber estado en el escalón más alto del podio de motos de ese Dakar 2009. Sin embargo ya no podía correr en moto, y entonces lo hizo en auto.
Con el apoyo de SsangYong, preparó un prototipo Kyron especialmente acondicionado para manejar todo con las manos, y se largó a la aventura.

Cada final de etapa, Carlos Sainz y Nani Roma preguntaban a sus asistentes o a los periodistas mismos, como venía, y si ya había conseguido terminar el día. Roma, de hecho, le guardó la cama que ya no ocupaba su compañero Masuoka para que pudiera descansar mejor. Sin embargo, Esteve no fue nunca, siempre se quedó a dormir en el campamento.

Al promediar la carrera, su compañera y preparadora física, Lidia, confesaba preocupada que “las llagas son enormes y no dejan de sangrar. Isidre está físicamente muy mal pero su cabeza y sus ganas no le dejan darse cuenta”.

Después de eso, le tocó volcar, y hasta chocar con un camión Kamaz, pero siempre continuó. Terminó el Dakar, su primer Dakar en auto.

Cuando llegó a la rampa y su nombre fue escuchado en los altoparlantes, volvieron los aplausos que ya eran tenues en la tarde de Buenos Aires. Un integrante de su equipo lo alzó en brazos y lo sentó sobre el capot del Ssang Yong, para que se sacara la foto que todos se sacan, luciendo la medalla que cada uno recibe por haber llegado.

La mujer rubia se puso de pie y, a diferencia de lo que hacía con el resto de las tripulaciones, tomó su bandera argentina con ambas manos y la hizo flamear con fuerza.

Esteve, con la sonrisa plena posó para las fotos y, nuevamente en brazos, fue introducido en el habitáculo para que pudiera bajar conduciendo de la rampa.

Se fue, y cuando apareció en la rampa el auto siguiente, la mujer rubia de la bandera argentina ya no estaba en las tribunas de la Rural. Vaya uno a saber quién era…

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