domingo, 2 de octubre de 2011

SE FUE UN DOMINGO, DIA DE CARRERAS


Se llamaba Manuel Antonio, pero era Jackie. Fue un pilar de la actividad automovilística en la provincia de Chaco, un referente. Hizo su camino en el deporte motor de aquella zona del noreste argentino, pero después pasó a ser el papá de Juan Manuel, su hijo mayor, que se abró camino en el automovilismo nacional conocido con un apodo que también trascendió a su nombre, “Pato”.

En aquellos primeros años de la década del ’90 iniciaron con un equipo familiar, su incursión en la Fórmula Renault Argentina. Iban juntos en la casilla rodante desde Resistencia a cada carrera. El “Pato” siempre contó con orgullo lo difíciles que eran sus viajes de regreso cuando se había equivocado. El silencio de Jackie en la ruta era el peor castigo. El esfuerzo era enorme, no sólo económico, sino también laboral, pero sobretodo, había un apasionamiento por las carreras, que generaba un dolor mayor ante la derrota. Le ganaron el campeonato del ’93 a un tal Guillermo Ortelli, y el festejo fue a puro Sapucai. El Chaco acababa de consagrar a su primer Campeón Argentino en el automovilismo nacional, y era el lanzamiento de otro orgulloso hito para ambos. Juan Manuel Silva pasó a ser un embajador de su provincia.

Esa fue la forma de entender el automovilismo que Jackie le inculcó al Pato. Tenían una relación casi simbiótica entre padre e hijo, unidos por el amor a los autos de carrera. Ese amor que se pudo ver en otros aspectos también, el Pato siempre cuidó sus autos, no lo maltrata nunca, porque sabe lo que sufre un preparador y un mecánico cuando se lo rompen más de la cuenta. Eso también se lo enseñaron de chico.

Después vino el campeonato de TC2000 en 1999, en el que Jackie no estaba. Y Silva se fue de San Jorge directo a Resistencia para festejar esa noche con su gente y con su papá. El abrazo fue enorme, largo, ante la mirada del gobernador de Chaco que lo esperaba, y de otro símbolo de la provincia que había ido a esperar a ese camión de bomberos que traía al campeón desde la ruta hasta la plaza principal: Luís Landriscina.

En 2005 llegó el campeonato de TC, en el que padre e hijo pudieron compartir nuevamente el logro. Jackie había sido invitado por el JP Racing a conformar el equipo de asistentes del Ford de su hijo. Cada mañana de domingo, el primero en llegar al box y el último en irse de al lado del auto rojo número 2 era él. Sentía un compromiso enorme de velar porque nada fallara si era posible evitarlo. Juntos festejaron el campeonato más prestigioso, y juntos compartieron tres años después perderlo cuando la instauración de los Play Off, les privó de otro título casi seguro.
Los últimos años fueron distintos. Con problemas de salud que ya no le permitían viajar tanto, verlo cada tanto a Jackie en una carrera acompañando al Pato era una alegría para todos.

Eligió irse un domingo, ese día en el que su pasión se desataba semanalmente. Esperó que su hijo se volviera de acompañarlo algunas horas y estuviera en un autódromo para despedirse. Ahora estará mirando las carreras desde el cielo, compartiendo esa misma pasión con otro gran papá que se adelantó unos meses: Héctor Fontana.

El Pato fue tercero y podría haber ido al podio, pero eligió la intimidad. Esa misma intimidad que tuvo en el Dakar para llorar pensando en sus hijos cuando estuvo perdido toda una noche. Esa intimidad que tendrá para llorar a solas su papá.

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