viernes, 9 de septiembre de 2011

POR FAVOR, UN POCO DE RESPETO



El choque generacional es una realidad que en el deporte mundial sobresale con más fuerza que nunca. Pasa en el futbol, el tenis, en el atletismo, y casi todas las disciplinas olímpicas, pero en el automovilismo también.

¿Por qué la diferenciación?

Por la misma razón que muchos critican, con una alta dosis de ignorancia, que el automovilismo deportivo no es un deporte. Al ser una disciplina que se practica a través de un medio mecánico, el cuerpo humano no es el determinante de la performance final. Un debate que no tendrá fin por los siglos de los siglos.

Precisamente por ese componente extraordinario que tiene el automovilismo, es que quizás no debería pesar tanto o desequilibrar, la edad del deportista. Si un auto es bueno y rápido, lo puede llevar tan velozmente un piloto de 20 años como uno de 35.

El estado físico, sin embargo, puede desequilibrar. Y la prueba la proporcionó José María López en 2009, cuando mostró la diferencia que obtenía combinando un alto rendimiento físico, con una absoluta concentración, y su correspondiente cuota de talento.

Sobre un auto, además de soportar la fuerza centrífuga, se debe soportar la alta temperatura, pero además sostenerlo en el tiempo. Salvo algunas excepciones, con alguna pista que tenga zonas de rectas largas para relajar los músculos, un piloto deber mantener el esfuerzo físico y mental al menos durante 50 minutos sin pausas, y en eso influye determinantemente, el estado físico.

¿Por qué tanta introducción si estábamos hablando de choque generacional?

Precisamente porque esa forma física le permite hoy a muchos pilotos muy jóvenes, medirse con consagrados en las pistas, y cada vez más, ganarles mano a mano. Sin embargo, la experiencia en el automovilismo tiene mucha importancia, y hoy, pareciera que se la subestima, asociándola con dejadez, con aburguesamiento, y con el fin de una carrera deportiva. Una absoluta falta de respeto.

Si bien no es bueno generalizar, es frecuente ver que un piloto experimentado quizás no es más veloz que uno joven para una vuelta de clasificación, porque quizás pondera que el 100% en una sola vuelta puede significar un riesgo que complique el resto del fin de semana. La velocidad del nuevo suele sacar provecho de esta situación, aunque también es eso lo que a veces los encuentra en problemas para el domingo, la parte más importante del fin de semana.

Un piloto experimentado, ante una maniobra complicada de otros competidores delante suyo, se toma un recaudo y levanta, para tener dominio del volante si tiene que evadir un obstáculo. Ante ese mismo problema, probablemente un piloto joven acelere para tratar de pasar a ambos, sin medir que quizás se los pueda chocar.

Un piloto experimentado, cuando ve que un colega está forzando una maniobra indebidamente y es en un lugar peligroso, suele levantar y resignar la posición. Hay tantas vueltas, tantas curvas, tantas carreras por delante que no vale la pena el peligro. Un piloto joven suele tener, por su inexperiencia, poco registro del riesgo y hace esa maniobra, o no levanta para evitar un accidente.

Esta situación ha generado malestar en los que ya tienen una trayectoria más dilatada, porque varias veces son víctimas de esas maniobras, que salen bien únicamente porque ellos levantan y no porque el novato haya tenido tanta habilidad o coraje.

Esta no es una defensa de los “viejos”, ni un ataque a los jóvenes. Es un ataque a quienes tienen la responsabilidad de generar que las competencias automovilísticas se sigan desarrollando en un ámbito de seguridad y corrección por las reglas deportivas.

El choque generacional no es nuevo, pero sí es un proceso que generará cada vez más conflictos, porque hay cada vez más jóvenes llegando a la cima del automovilismo profesional argentino. Se transita por una autopista que era ancha y ahora se está angostando. Se va hacia un cuello de botella.

No es apocalíptica la visión. Es una realidad. Hace 15 años había muy pocos jóvenes que llegaban al tope. Vale un ejemplo. Omar Martínez, recién salido de ser bicampeón de Fórmula Renault, debutaba en TC2000 y con su velocidad le dejaba el auto puesto a Juan Maria Traverso en Trelew, mandándolo a la barda. Como represalia, apenas una carrera después, Traverso estiraba una frenada en Paraná, y tocaba a Martínez en la curva más lenta del circuito, sacándolo de pista. Traverso se pegó muy fuerte en Trelew. Martínez apenas se pasó en una frenada en Paraná y siguió el carrera. Esa es la diferencia.

Hoy Martínez es de los experimentados, pero no tiene un joven retador sino muchos. Y así como en Buenos Aires hubo uno que le ganó mano a mano como Guido Falaschi en la última vuelta, hubo otro que hizo una gran macana como Néstor Girolami, quién no supo darse cuenta del peligro de una maniobra con Rafael Morgenstern y protagonizó un accidente que pudo ser trágico.

El año que viene, o el próximo a más tardar, todas las categorías de elite tendrán por lo menos 150 HP más que ahora. El cuello se cerrará aún más. Habría que anticiparse.

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