miércoles, 18 de mayo de 2011

HISTORIA DE UN DIA PARA NO FESTEJAR


El podio era silencioso. No hubo Champagne. No hubo alegría. Carlos Alberto Reutemann no guardará un buen recuerdo de lo que pasó exactamente hace 30 años en su vida. Pero no podrá olvidarlo tampoco. Son esas marcas que quedan en la vida de los deportistas.

Ese Gran Premio de Bélgica, que ya se corría en Zolder desde 1975, significaría su última victoria en la Fórmula Uno. Con el panorama deportivo que se presentaba en mayo de 1981 para el argentino, era inimaginable que “Lole” no volviera a subir al escalón más alto del podio en su prolífica carrera deportiva.

Pero no había festejos porque no había clima para festejar. El viernes, Reutemann había atropellado con una de sus ruedas traseras a Giovanni Amadeo, un mecánico de Osella que sin notar el paso del Williams FW07B, se cruzaba en su camino en la calle de boxes. Fallecía irremediablemente y generaba que los mecánicos de todos los equipos reclamaran públicamente por mejores condiciones de seguridad en los autódromos.

En la grilla de partida, se alineaban delante de los autos en señal de homenaje y duelo. La mayoría de los pilotos se unía a ellos, fuera de sus habitáculos. Bernie Ecclestone, dueño del equipo Brabham y de la FOCA (actualmente FOM, dueña de los derechos comerciales de la F1), exigía a Nelson Piquet y Héctor Rebaque, que subieran a sus autos e iniciaran la vuelta previa. El caos se apoderaba de la angosta recta principal y cuando todos estaban listos Piquet dio otra vuelta más.

Hubo que esperarlo, los motores calentaron, y el del Arrows de Ricardo Patrese se paró. Un heróico mecánico del equipo inglés, se lanzaba a la grilla para arrancarlo, mientas el italiano batía sus brazos enérgicamente para que no largaran la carrera. Pero el atraso que llevaba la carrera impidió que una mente fría detuviera la locura. El semáforo verde se encendió y largaron el Gran Premio de Bélgica.

Paradójicamente el psicólogo suizo Sigfried Stohr, compañero de Patrese en Arrows, eligió el carril derecho de la pista para ir hacía la curva uno, ignorando que en su camino se encontraría con el auto de Patrese detenido, y al mecánico agachado atrás intentando socorrerlo. Cuando escuchó los motores acelerando y los embragues soltando la potencia a las ruedas, el hombre se quedó perplejo y sólo cuando vio que lo iba a chocar Stohr, saltó y salvó su vida.

En carrera abandonaba primero Nelson Piquet, después se retrasaba Didier Pironi, y finalmente también Alan Jones golpeaba su Williams. Reutemann ganaba la carrera, que se complicaba sobre el final porque comenzaba a llover tenuemente. No había razón para festejar, y como símbolo, “Lole” interrumpiría con esa victoria la nada despreciable cifra de 12 carreras en los puntos. En Mónaco, la carrera siguiente, abandonaría y su sueño de campeón se empezaba a complicar.

El recuerdo vale por el significado, pero duele por las circunstancias y porque pasaron 30 años, y no volvió a haber un argentino en condiciones de ganar un Gran Premio.

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