domingo, 22 de abril de 2012

EL RETIRO DEL JP

Si algo destaca a Gustavo Lema, es su constante búsqueda de nuevos desafíos, y su apuesta siempre más alta que la anterior. De aquél humilde equipo que formó de apuro al regreso de Río Gallegos 2003, ante una intempestiva desvinculación de Juan Manuel Silva del equipo Alifraco Sport con el que había empezado el año, el JP inició un camino de crecimiento constante, y de cambios también.

Algunos salieron mejor que otros, de hecho algunos fueron cambios perjudiciales para el rumbo deportivo, pero siempre, sin excepción, a Lema no le tembló el pulso. Sólo para entender de qué estamos hablando. A pesar de tener a Silva, trajo a correr bajo su techo a Norberto Fontana, y a Guillermo Ortelli, y salió campeón con los tres y con tres marcas distintas. Cuando se fue Alberto Canapino, apostó a seguir con Guillermo Kissling, que hasta ese momento, y desde el comienzo del equipo, había sido el Director Deportivo.

Después, cuando tuvo un desacuerdo con Kissling no dudó en buscar el camino con Leo Monti, Rodolfo Di Meglio y con Ricardo Gliemmo, todo en el mismo semestre. Apostó también en su momento por tener a Marcos Di Palma, que duró poco y se fue. Volvió Canapino, incluso trayendo a Agustín como pilotos al equipo, junto a Ortelli y a otro consagrado, Christian Ledesma. El ciclo no fue exitoso, y de a uno, los tres se fueron, primero el chasista y su hijo, y a fin de año los otros dos pilotos.

No se achicó. Apostó a Gliemmo y Matías Rossi, y reclutó a Leonel Pernía. En el año, decidió dejar de usar los motores de Johnny Laboritto, el más exitoso preparador de los últimos años, y probó cinco motores diferentes. Ya hacía dos años que ya había asumido la responsabilidad de ser el equipo oficial Chevrolet de TC2000, y también había inaugurado el centro tecnológico JP Racing, probablemente el más importante edificio de equipo alguno en el automovilismo argentino en la actualidad.

Y si le faltaba algo, a finales de 2011, apostó por intentar devolver a Diego Aventín a la punta, justo cuando el “pumita” decidió que éste sería su último año como corredor. Como si no fuera suficiente, también le ofreció a Gastón Mazzacane, integrar el JP. Por fuera, el JP Las Toscas, el equipo de Lingeri y Agüero para Ledesma, el equipo de Ciantini, el auto nuevo para Pechito López. Sumó desafíos sin medir la dimensión de lo que estaba haciendo. Sabía, porque no es tonto, que estaba asumiendo más de lo conveniente, pero no se achicaba, eso es lo que se quiere reflejar al mencionar cada cosa que hizo Lema desde 2003 a 2012.

Sin embargo, un día se achicó. Fue el martes después de la carrera de Mendoza. Recibió un llamado y como un globo que se pincha, se desinfló irremediablemente. Sólo él sabrá qué fue lo que provocó en su interior, y quizás algún día lo cuente. Pero el hombre de acero, el que le ponía el pecho a las balas y seguía pelando, sintió que ya no tenía ganas de volver a empezar. Acaso haya sido porque no lo decidió él, y porque tenía una relación excelente con “su” piloto, Matías Rossi, y con “su” constructor/preparador/chasista, Ricardo Gliemmo.

Con ambos, compartió un crucero de placer cuando el TC decidió postergar el comienzo del campeonato. La relación es una amistad, como la que también tuvo y mantiene con otros que se han ido del JP como Fontana y Ortelli. La diferencia es que éste proyecto con ellos, en el año que el equipo cumplía diez temporadas corriendo en TC, era el que parecía más sólido. Rossi y Gliemmo son hace años, un “matrimonio” deportivo y técnico indestructible, absolutamente sólido, que funciona a la perfección.

Enterarse que se tenían que ir, fue como un puñal que no resistió, y se pinchó. Sintió que ya no podía, ni quería buscar otra vez, otro proyecto, otro desarrollo. Por qué recibió ese llamado es algo que se puede intentar adivinar. Había crecido mucho, había logrado crear desde su equipo, casi una industria. Fabricando autos de todas las marcas, asesorando a equipos, armando estructuras paralelas. Lema había alcanzado la cumbre de la montaña más alta que podía intentar escalar. Pero tener tantos compromisos que atender, genera la responsabilidad de hacerlo al nivel que estos esperan.

Es cierto que Lema siempre dijo que él no ofreció sus servicios, sino que lo habían venido a buscar. Pero como es el Turismo Carretera hoy, donde no hay margen para equivocarse porque te cambian y buscan al que está andando mejor, todos fueron a él porque querían lo mejor. Quizás todos esperaron que Lema levantara el teléfono y llamara, por decir nomás, a Alberto Canapino, y le dijera “vení, tráelo a Agustín, y tráelos a Josito y Marcos Di Palma que hacemos un nuevo JP todo arrecifeño”. ¿Suena loco, no? Pero perfectamente podría haber sido la nueva patriada de Lema, y hasta lógica por el momento de los mencionados.

Pero no, ésta vez. No tuvo la fuerza para hacerlo, y con lágrimas en los ojos, llamó uno a uno a sus mecánicos, les aseguró que seguirían teniendo trabajo todos, y les contó lo que sentía. En su discurso, que no busca polemizar, sino cerrar un ciclo eligiendo quedarse con lo bueno que tuvo, y que fue muchísimo, Lema decidió no contar ésta parte de la historia. Aunque algo que dijo fue muy sincero y representa la verdad más grande: “No tengo ganas de seguir en TC”.

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