martes, 1 de noviembre de 2011

QUE NOS DEJE ALGO MÁS QUE SÓLO TRISTEZA


Estaba transitando por una avenida de la ciudad de Buenos Aires y el tránsito estaba muy lento. En estos casos, si quedaste en el carril central cuesta salir porque no te dan lugar, entonces, tomar una calle que lo saque a uno de ese infierno, se complica bastante. De a poco lo conseguí justo cuando se empezaba a notar la razón del tapón de autos. Estaban reasfaltando dos de las seis manos, lo que provocaba un embudo.

Logré salir después de haber perdido unos 15 minutos para hacer cuatro cuadras, entonces salí hacia la derecha por una calle que cortaba. En la primera esquina, la calle que cortaba volvía hacia atrás, asique seguí una cuadra más para tomar la siguiente a la izquierda. Pero al hacerlo sólo pude avanzar una cuadra. Esa calle también estaba cortada por el gobierno de la ciudad y el tránsito se desviaba… hacia la avenida del embotellamiento. La indignación se apoderó de mí, y una vez más empecé a hablar sólo adentro del auto, preguntándome cuándo se harán las obras con una planificación de tránsito... No se puede cortar una calle, y también cortar la primera paralela que reciba el caudal del tránsito. No se puede.

Llegué a casa retrasado, encendí la PC y mi Twitter me dio la noticia más difícil de digerir. A las dos de la mañana había fallecido Ramiro Tot. Un niño de apenas 11 años que se accidentó el domingo en el kartódromo de Baradero, con tanta mala suerte que golpeó de lleno e invertido, sentado en su butaca, contra el asfalto. Para que se entienda, es como si hubieran colgado el kart dado vuelta con su piloto adentro, y lo hubieran soltado. Quienes conocen el ambiente del karting, aseguran que en más de 20 años no hubo un solo accidente fatal.

La inquietud periodística me llevó a investigar, a llamar a quienes pueden aportar datos y especialmente a quienes puedan explicar lo sucedido racionalmente. Fue un golpe extraño, muy poco frecuente en su desarrollo. El kart tiene en su concepto al piloto suelto por dos razones: una es que el cuerpo del piloto, así como en la moto, es parte de la dinámica de la conducción, inclinándose según el tipo de curvas. Mirar videos lo explica mejor, el piloto de kart tira su cuerpo hacia afuera en determinados virajes para que el auto gire mejor.

La otra razón es de seguridad, y persigue que precisamente en caso de un vuelco, el piloto salga despedido para que el kart no lo aprisione ni le caiga encima. Aquí también hay un paralelismo con la caída de un motociclista. El piloto de karting está equipado para caer al piso y resbalar.

La ropa de un piloto de karting no es antiflama como en los pilotos de autos, sino de un tejido sintético 100% nylon, que facilita el deslizamiento y es mucho más resistente a la fricción contra el asfalto que un buzo convencional. El piloto de karting tiene una protección costal que se usa debajo de ese buzo, y un protector de cuello, para evitar daños cervicales en un choque de atrás, y para que en un vuelco, el casco no lastime una clavícula.

El ex campeón de automovilismo, y periodista especializado por más de 20 años, Rubén Daray, opinó que quizás habría que pensar qué cosas se podrían cambiar de los karts para hacerlos más seguros.

“Así como en Fórmula Uno inventaron un día el HANS o las protecciones laterales para la cabeza después del fatídico 1994”, me dice en una conversación por teléfono que tenemos debido al revuelo que causó una declaración suya, sacada de contexto y publicada en un diario digital. “¿Así como los IndyCar podrían tener cabina para poder seguir corriendo en óvalos a casi 400km/h?”, le pregunto. “Exacto, esa es la intención de mis comentarios”, responde.

Si uno mira una foto de un kart de la década del 80, cuando corrían Ayrton Senna, Terry Fullerton o Mike Wilson, no había pontones laterales o trompas. Eran sólo caños con ruedas y un motor.

Lo que plantea Daray es ¿Por qué no se puede rediseñar el karting como concepto? Me propone alguna protección para evitar que se monten las ruedas, alguna butaca más alta, que llegue a los hombros y no lastime las costillas, se pregunta por los cinturones de seguridad, y rápidamente en la conversación entiende que el cinturón vincularía al piloto irremediablemente al karting, y en un vuelco sería peor. “Está bien, descartemos el cinturón”, me dice.

Es un ensayo. Un intento por pensar “¿No habrá algo para hacer en lugar de conformarnos con decir, el karting es así?”, se termina preguntando.

Vale el planteo. Vale la intención. Quienes no conocen el mundo del karting imaginan que un chico de 5 o 6 años corre a 120km/h a 5 cm del piso y se horrorizan. Lo que hay que explicarles es que los chicos comienzan a medir el efecto de la velocidad progresivamente. Se inician en karts infantiles con muy poca potencia.

Para los que piensan que un chico de 10 años está sentado en un karting porque es la prolongación de la frustración de su padre por no haber podido correr en autos, y lo compara con el futbol o el tenis, donde soñando con tener un Messi o un Del Potro puede obligarlo a practicar un deporte desde tan chico, vale un solo comentario: Si un chico no siente pasión por la velocidad, arriba de un karting se morirá de miedo, se bajará e irá corriendo a los brazos de su mamá llorando. Ningún chico se sube a un auto de estos si realmente no siente que le encanta. Acá hay velocidad de por medio.

Los karts que se usan en los campeonatos oficiales son homologados por la FIA. La ropa que usan los pilotos también. Ramiro tenía un Tony Kart, uno de los mejores chasis del mundo. Y tenía un casco Arai, uno de los mejores cascos del mundo. Y tenía ropa italiana Sparco de kart, una de las mejores del mundo.

Según varios testigos, llegó a una curva y los dos pilotos que estaban delante suyo se estaban raspando de costado entre sí. Esa fricción hizo que se frenaran bastante, no estaban atravesados en la pista como se dijo al comienzo. Ramiro pudo haber decidió pasar por el exterior o por el interior de la curva. Eligió hacerlo entre los autos y el piano de la cuerda. No alcanzó a entrar en ese espacio y se montó con la rueda delantera en la trasera de uno de esos pilotos. Cuando la trasera tomó contacto también, el auto dio un giro longitudinal y quedó invertido, golpeando el piso. Después picó la trompa y lo despidió como en cualquiera carrera de karts en las que vuela un auto sobre otro.

El golpe en la cabeza fue fuerte, pero el casco respondió a la perfección. De hecho, no hubo fractura de cráneo, y eso generó una gran compresión ante la inflamación del cerebro. Más detalles no es necesario contar.

Vale preguntárselo siempre. Quizás no haya respuestas, pero la pregunta hay que hacerla siempre. ¿Se puede hacer algo para que no vuelva a ocurrir? ¿Se podría pensar por ejemplo en un arco que pase por la espalda del piloto y que termine por encima de la cabeza para que en caso de un vuelco quede dentro de un triángulo de protección? ¿Al menos en las categorías de niños, que todavía están aprendiendo a hacer ciertas maniobras pero ya manejan velocidad?

Me olvidé de la planificación del tránsito cuando se hacen obras en la ciudad… de pronto, la tristeza invadió todo. El automovilismo es hermoso, apasionante, y cada tanto, muy cruel.

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