sábado, 16 de abril de 2011

LA CARRERA MAS DIFICIL DE FONTANITA


Imposible escribir estas líneas sin interrupciones que causa el dolor. El fallecimiento de una persona encierra tristeza por naturaleza, pero no siempre conmueve a tanta gente. Cuando el que se va deja una impronta como la que deja Héctor Franciso Fontana, es imposible evitar pensar en su hijo, en el gigante de Arrecífes, en Norberto Fontana. Ambos fueron uno, inseparables.

Hace pocos días, a los 72 años, Héctor se había animado a hacer un perfil personal en Facebook, en el que tenía una foto abrazado con su hijo como imagen principal. En la galería de fotos, otra de Norberto caminando tras un abandono en Indycar en el año 2000, llamada “mi hijo”. En su descripción personal sólo puso “haber llevado a mi hijo a la Fórmula Uno”. Bien podría decirse que vivió para Norberto.

Era su hincha número 1. Dueño de un humor muy especial, siempre con el chiste a flor de labios, siempre diciendo piropos a las chicas lindas, siempre atento a una maniobra de su hijo en la pista, para vociferar a boca de jarro, su frase más famosa: “que polvo me eché!”. Que dicha por ese gordo adorable que era “Papo”, sólo generaba ternura y risas hasta en la gente más pudorosa que estuviera escuchando.

Era emocionante verlo llorar con cada triunfo de su hijo. Fue incontenible su llanto en el Parque industrial de Arrecífes en diciembre de 2010, cuando a las 23:30 llegaron Norberto y Nicolás Trosset, su nieto, ambos campeones de TC2000 y Fórmula Renault ese mediodía en San Luís. El abrazo y el llanto duró varios minutos.
En 1994, Norberto Fontana fue a Europa gracias a que su papá vendió casi todo para poder llevarlo. Y no sólo lo llevó. Lo acompañó todo el tiempo, hasta que en junio de 1997 se sentó en el Sauber de Fórmula Uno para debutar en el Gran Premio de Francia. Listo, misión cumplida.

Las anécdotas que ambos han contado siempre sobre como era vivir juntos en una pequeña casa rodante, con la que además debían trasladarse por toda Europa, muestran la relación que siempre tuvieron.

Las vueltas del destino. Las paradojas de la vida. Este jueves a la mañana, mientras Norberto estaba saliendo a pista con su auto de TC en Neuquén, Héctor se descompuso en Arrecífes. Habrían transcurrido unos 30 minutos de los ensayos, cuando se detuvo la tanda con bandera roja. Todos los autos se detuvieron en boxes. Fue Alberto Canapino quien se acercó al Torino número 11 y le dio la noticia a Norberto, que se bajó y se refugió en su Motorhome. Una hora después se fue del autódromo en busca de encontrar la forma más rápida de llegar a Arrecífes para darle su último beso, y esbozar más por dentro que por fuera un “Gracias por todo. Chau papi, no sabés cuanto te voy a extrañar”.

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