miércoles, 28 de marzo de 2012

UN CALLEJERO PERMITE COSAS ÚNICAS...


El fin de semana del 25 de marzo, el automovilismo mundial volvió a vivir carreras en las que los pilotos recuperaron el protagonismo que nunca deberían perder, pero que la tecnología de a poco fue reemplazando. Nadie puede oponerse a esto, porque la tecnología es la que nos permite vivir mejor en todos los aspectos de la vida, confort, seguridad, conexión, velocidad, medicina… Hasta la vida es más prolongada hoy, gracias a la tecnología y el avance científico.

Sin embargo, en éste mundo de las carreras de autos, el hombre perdió parte de su rol, de su protagonismo, y si bien, siempre hará esa pequeña diferencia con los demás que quizás le permita ganar, ya no es tan determinante como en otras épocas.

Fernando Alonso fue capaz de llevar a una Ferrari completamente falta de competitividad, a la victoria en el Gran Premio de Malasia, gracias a que la lluvia permitió que el hombre sea más importante que la máquina. Sergio Pérez a bordo de un modesto Sauber, paró a cambiar gomas en la primera vuelta del Gran Premio apostando a un incremento de la lluvia y cuando el resto pararon subió a una posición de posible podio, sólo porque hicieron una vuelta muy lenta mientras él se “avivaba”. Pero después se mantuvo ahí, y no sólo eso, conforme fue pasando la carrera, se fue encima de Alonso descontando casi un segundo por vuelta hasta que una orden por radio de “cuidar los puntos que necesitamos”, le puso fin a su persecución.

Pero lo notable había sido que en esa lucha por ver quién ganaba, ambos tenían las gomas destrozadas y sin embargo seguían en pista, sin renunciar, atajando el auto en cada curva rápida, apretando los dientes y pidiendo que no se rompa, que aguante una vuelta más, sintiendo las vibraciones en el volante, de unos neumáticos que ya no soportaban el esfuerzo. Ninguno quería parar, porque eso significaría perder el Gran Premio.

En Nascar, viendo que la lluvia se acercaba, Tony Stewart intentó engañar a Kyle Busch con una falsa entrada a boxes para cambiar gomas, y casi lo consigue. Se quería sacar de encima a su rival por si la carrera continuaba, sabiendo que sería superado. Busch alcanzó a darse cuenta y se quedó en la pista, y la lluvia terminó con una historia que definirían los hombres y su picardía.

En IndyCar fue distinto. Sólo Helio Castro Neves volvió a ganar después de dos años, y no fue un día más. Fue en el estreno de los autos y motores nuevos, en la primera carrera después de la trágica muerte de Dan Wheldon, y nada menos que en las calles de St. Petersburgo, la ciudad en la que Wheldon vivía con su mujer y sus dos pequeños hijos. Al ganar, el brasileño detuvo su auto frente a una de las gradas más grandes, para hacer su clásica ceremonia de trepar al alambrado para festejar con el público, sin notar que frente a sí, del otro lado de la pista, en el medio del tejido de protección, había un cartel que le daba nombre a esa recta, “Dan Wheldon Street”, decía ese cartel. Cuándo un oficial de pista le señaló a Helinho, ese cartel, éste no dudó un instante, corrió al otro lado de la pista, trepó hasta llegar a la altura de ese cartel y golpeándolo con el puño festejó al cielo, con su colega. Al bajar del alambre, aún con el casco puesto, rompió en llanto emocionado.

Entonces me pregunté, ¿No son éstas las cosas que me hicieron un apasionado del automovilismo? Si, Esa fue la respuesta. Porque cada vez que mis hijos me piden que les cuente alguna historia de las carreras, cuento éste tipo de cosas. Las que me permitan traspasarles algo de sentimientos, esos que nadie que no conozca de éste deporte, puede creer que no existe en el frío mundo de las carreras. No son autos corriéndose como locos y nada más. Detrás de un volante hay un ser humano que está desafiando constantemente los límites físicos y emocionales de un ser humano. Hay una barrera que a las personas comunes nos pone un freno automático. Es el miedo, o el instinto de preservación, como quiera llamarlo. Estos tipos, lo desafían constantemente. Y van y vuelven de ese desafío todo el tiempo. Eso no los transforma en súper hombres, sino en hombres distintos, y eso es lo que genera admiración hacia lo que hacen.

Cada vez que tuve la oportunidad de subir a un auto de carreras como acompañante lo hice. Salvo con Traverso, anduve con todos los grandes pilotos de ésta época moderna, mientras existieron los acompañantes. Cada experiencia me volvió a demostrar que son distintos. Que hacen con un volante y unos pedales, cosas que a los comunes hombres terrenales no nos salen.

Esta reflexión no es caprichosa, aparece hoy ante las carreras que se vieron ese domingo en el mundo y las que se vieron también en Argentina, porque Emanuel Moriatis hizo maniobras extraordinarias en la Clase 3 del TN, porque algo parecido pasó en la carrera de Top Race en Junin, y porque éste fin de semana, tendremos nosotros los apasionados y mucha gente que no tiene idea de qué se trata, de ver muy de cerca, lo que hacen estos tipos con un volante.

La carrera de Súper TC2000 en las calles de Buenos Aires, si todas las medidas de seguridad responden como se debe y cómo se ha calculado, será una fiesta. Habrá dos carreras previas que poco podrán aportar, porque son teloneras, casi exhibiciones.

Pero cuando se suban los talentosos a sus autos de STC2000, yo recomiendo buscar un buen lugar, una buena curva, y sentarse a disfrutar. Hay muchos que se oponen a los circuitos callejeros, porque no generan grandes maniobras, porque muchas veces sólo son trencitos de autos que no se pasan, y porque suelen ser de baja velocidad.

Me permito disentir. Un callejero es un doble desafío para un piloto. No sólo tiene que ir más rápido que el resto, sino evitar tocar las paredes, porque pueden significar el final. Un error ente muros, difícilmente no termine con un daño en la carrocería.

Pero si a eso le sumamos que el callejero de Buenos Aires será de alto promedio de velocidad, con cuatro rectas, tres de las cuales permitirán que se llegue a los 220km/h, dos “eses” a fondo, y una diagonal a 145° que intentarán lentificar un poco porque si no será a fondo también, permitirán que no sólo veamos autos pasando rápido, sino también esos pilotos que consiguen hacer la diferencia, que pasan un poco más rápido, en otro cambio, con otra forma de hacer la maniobra. Distintos. Quién consiga ver eso, se habrá transformado en un nuevo apasionado de las carreras, y eso sólo se puede apreciar en un callejero.

Hace poco, gracias a un amigo, vi un video de 1971, en el que Francois Cevert le preguntaba a Jackie Stewart, en qué cambio tenía que hacer las curvas de Loews y las dos derechas previas al túnel de Monaco, y Stewart le explicaba en código, hasta que se dio cuenta que alguien estaba escuchando y le dijo que guardara silencio, que era su secreto. Después en privado le explicó a su joven compañero de Tyrrell.

Eso es automovilismo puro, en esencia, y era en un callejero. Yo que ud. me voy buscando la manera de asegurarme un lugar en la entrada a Diagonal Norte. Va a ser fantástico.

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