domingo, 25 de diciembre de 2011

CLIMA DAKAR, CAPÍTULO 1: 2011 - LAS DOS NOCHES DE SILVA EN EL DESIERTO


Era el sábado 22 de noviembre del 2010, en Mar del Plata. Se corría la última fecha del Campeonato Argentino de Cross Country y había un invitado de lujo: Juan Manuel Silva.

El chaqueño se había inscripto en la carrera con un cuatriciclo, porque quería conocer el mundo de los raids como parte de su preparación para correr el Dakar Argentina-Chile 2011. En la cena posterior a la primera etapa, la organización les comentaba a los pilotos algunos detalles que habían ocurrido durante la jornada, pero sobretodo, les entregaba el Roadbook de la etapa del domingo.

Silva, como todos los pilotos, anotaba con resaltadores de diferentes colores, los obstáculos que necesitaba ver con facilidad cuando estuviera manejando y navegando a la vez. En la mesa, sus compañeros de equipo, el dueño, Daniel Mazzuco, y otro piloto cordobés “Pipo” Blanghino.

De repente, llega un mensaje de texto y tras leerlo, Pato Silva comenta “Uy! Mi mujer se está internando, parece que puede nacer mi hijo”. La sorpresa copó la mesa, en la que también estaba la esposa de Mazzuco y el periodista que escribe esta nota. La mujer preguntó “Y te quedás así nomás? No pensas irte?”. “No, yo estoy trabajando. Esta es mi profesión, y si yo no hago bien esta carrera, en el Dakar me va a ir peor. Yo no me estoy divirtiendo acá, estoy trabajando. Y mi trabajo no puedo hacerlo otro día, lo tengo que hacer acá, cuando se corre una carrera. Ya me pasó con mi primer hijo. Nació cuando yo estaba en una carrera y lo conocí 4 días después.”

Menos de 40 minutos después, otro mensaje. Y Silva que dice “Felicítenme! Nació mi tercer hijo, Benjamin”. Desde ese momento, la conversación quedó girando en torno al tema. Y después de un rato, la Sra. Mazzuco entendió la forma de pensar del chaqueño. El periodista pensaba en silencio: “¿Será tan frío, o se muere de ganas por estar allá y se queda por responsabilidad y compromiso con su profesión?”

Pasaron dos meses y medio, y Juan Manuel Silva está corriendo el Dakar con una actuación muy destacada, absolutamente a la altura de su profesionalismo. La etapa del jueves fue muy larga y lo sorprendió en la mitad del desierto. Durmió en las dunas, con temperaturas casi en cero grado y con un fuerte golpe en la nariz, producto de caer en una quebrada sin tener atados los cinturones, en una de las tantas veces que subió al auto para sacarlo de un guadal.

Llegó al campamento a las 10 de la mañana del día siguiente. Largó a las 12 y nuevamente lo agarró la noche en el desierto. Pero esta vez no paró, y salió del especial a las 9 de la mañana del sábado.

Al llegar al biouvac de Arica, cerca del mediodía, un grupo de periodistas se acercaron a él para escuchar su odisea, antes que se fuera a descansar merecidamente. La nota fue una sorpresa, porque más allá de un piloto, de un deportista profesional, el que hablaba era un hombre, al límite de sus fuerzas y sus emociones:

“Eran tipo una y media de la mañana, y ya me estaba empezando a asustar, porque cuando eran las 10, las 11… silencio… en realidad me agarró un bajón. Me senté en el auto y decía, ‘Bueno, me quedo acá adentro’. Daba gracias a Dios que no hacía frío. No quería abandonar. Lo primero que le dije a Emiliano cuando lo paré fue, ‘Ayudame que no quiero abandonar. Loco, ayúdame que no quiero abandonar’. Y la verdad que agradezco muchísimo el gesto de Emiliano, que después me di cuenta que no fue bueno de mi parte, porque corrimos riesgo los dos de abandonar. Por un deseo mío de que me ayude, en realidad hoy, pensándolo fríamente, lo tendría que haber largado a Emiliano para que intente salir con sol, y en la desesperación de no abandonar y que me ayude y no quedar tirado, lo hice quedar. Después gracias a Dios el pudo salir, asique es un gesto que hay que destacar."

"Pero bueno, ahí me empecé a asustar porque hacía mucho frío. Y pasaron las horas y ahí me di cuenta que no tenía nada de abrigo. Increíble como cambió la temperatura. En una hora cambió tremendamente, yo no tenía abrigo, no tenía agua. Y dije ‘la pucha, de estar haciendo una pasión, algo que te gusta, a estar en esta situación…’ La verdad es que se veían muchísimos autos alrededor, pero yo no me animaba a ir caminando. Porque me podía perder y podía perder el contacto que tenemos en el auto con la organización. O sea, la organización sabe todo el tiempo donde estas, porque sabe dónde está el auto. Y si me pasaba algo, yo estaba muy cansado, y si quedaba tirado por ahí… asique me quedé sentado, no tenía gorra, asique me tapé con una remera, porque empezaba a caer mucho rocío, y ahí es donde te empiezan a pasar muchas cosas por la cabeza. Asique cuando vi el camión de asistencia con la música y la linterna que giraba, me dio mucha tranquilidad.”

Entonces, uno de los periodistas, Juan Pablo Grassi, de Campeones, le preguntó en que pensaba, que le pasaba por la cabeza.
Silva quiso arrancar con la misma firmeza con la que venía su relato, pero no pudo sostenerla.

“Yyyyy…..”, dijo, y se le cortó la voz.

“No, en nada…”, alcanzó a balbucear con la voz que se hacía finita.

Entonces las emociones se apoderaron de él y entre sollozos, intentando contener el llanto dijo esas palabras que a un hombre hacen llorar cuando está bajo una situación límite…

“En mis hijos por ahí…” fue lo que pudo decir, y se dejó vencer por el llanto…

“Nada… nada más en mis hijos…”

La humana compasión de uno de los periodistas presentes en la improvisada rueda de prensa interrumpió con algo que le permitiera recomponerse. Si estaba arrepentido, le preguntó.

Silva seguía llorando pero se esforzaba por responder.

“No, no… no estoy arrepentido… No, no. No porque es… porque es… es una pasión para mí…“
“O sea, los autos de carrera… y cuando quise hacer esto, no me lo tomé como una broma, lo tomé como algo… que me podía servir, y que lo quería hacer… O sea… que lo estoy disfrutando. Porque si no llegaba ayer a la mañana, me iba a mi casa, pero…”

Nuevamente el llanto le cortó la voz…

“También me quedé por mis hijos… creo que es tener responsabilidad… creo que es tener responsabilidad por las cosas y… y me quedé por eso también… Para enseñarles sobre la responsabilidad…”

El aire se cortaba solo. El silencio de todos los que escuchaban sólo lo podía interrumpir él, que en cambio ocupaba todo ese espacio con su más varonil llanto.
Entonces otro periodista le dio una mano y le preguntó por la segunda noche. Silva tomó aire y volvió a su tono habitual, bien chaqueño.

“No, la segunda no fue tan seria. Primero porque ya sabía lo que era. Y segundo porque fui preparado. Tenía agua y abrigo. Lo que pasó anoche fue que se me quedó sin batería el auto. Estos Buggy tienen una luz muy potente, pero no está pensado o preparado para resistir tanto tiempo encendida. En una de esas tantas veces que paré para sacarlo de una situación difícil, no quiso arrancar, y dije ‘bueno, otra noche en el desierto’. Pero por suerte apareció José Luís Di Palma y me dio una mano enorme, porque me hizo puente y mi auto arrancó de nuevo. Entonces vinimos despacio, sin parar hasta la salida.”

No se puede decir mucho después de esto. El hombre que escribe no es una computadora, y también tiene emociones. Y también tiene hijos.
El testimonio del chaqueño es un documento periodístico que a la distancia, probablemente sea la nota del año del automovilismo argentino. Podría asegurarse hoy, apenas el 8 de enero.

Felicitaciones a los periodistas que, como Juan Pablo Grassi, tuvieron el oportunismo, pero también tuvieron la ubicación de escucharlo y respetarlo. Ahí había un corredor de autos profesional, todo un verdadero campeón, pero había un hombre.

Un hombre que ya se acerca a los 40 años y corre desde antes de los 18. Al que le costó mucho esfuerzo lograr sus metas, pero las logró.
Un hombre que, como se escribió al principio de la nota, parecía no emocionarse ante el nacimiento otro de sus hijos a la distancia, y que sin embargo, en un Dakar, se vio expuesto a emociones que nunca había experimentado, y lloró pensando en ellos.

Nota: Este artículo lo escribí para www.ultimavuelta.com.ar el 8 de enero de 2011, cuando el Dakar llegaba a Arica, en el norte extremo de Chile.

2 comentarios:

  1. Artículos como este son los que nos acercan a la más hermosa faceta de los corredores: el ser humano con sus dolores, expectativas, debilidades y grandezas. Cuando leí esta nota por primera vez, comencé a mirar al "Pato" de otra manera. No como piloto, que todos conocemos bien, sino como un ser humano al que no conocía.

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  2. Siento tanto cariño y orgullo por el PATO...Diego, muchas gracias por éste trabajo.

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