martes, 27 de septiembre de 2011

UNA CUESTION DE EGO


Casi exactamente hace 20 años, un día de octubre de 1991, Ayrton Senna dejaba pasar a su amigo Gerhard Berger en la chicana de Suzuka, última curva del Gran Premio de Japón, para que el austríaco ganara su primer carrera con McLaren.

La razón era que el brasileño , una vez fuera de carrera Nigel Mansell, no necesitaba ganar para consagrarse tricampeón mundial de Fórmula Uno, y le pareció un justo reconocimiento a Berger, que había sido un sacrificado compañero de equipo, probando todo el año y acompañando la construcción de la tercera corona de Ayrton.

Once años después, Rubens Barrichello dejaba pasar a Michael Schumacher sobre la línea de llegada misma del Gran Premio de Austria de 2002, para que el alemán ganara una carrera que poco aportaba, su quinto campeonato de conductores no corría riesgo alguno.

¿Son casos parecidos o completamente diferentes? Depende como se los mire.
En el primer caso no hubo orden de equipo alguna, y a nadie escandalizó la actitud de Senna, que solo estaba reconociendo a su amigo con una victoria que era casi un homenaje a un trabajador respetuoso y silencioso.

En el segundo caso hubo una clara orden de equipo que Barrichello aceptó sumisamente, y generó tanta controversia, que Ferrari fue multado con u$s 1.000.000 por actitud antideportiva.

¿Qué se busca con estos ejemplos? Demostrar que una misma maniobra puede significar algo completamente distinto aunque no lo parezca. Y lo mismo pasa con las “levantadas” que se han visto en el automovilismo argentino últimamente.

Porque la de Bugliotti y Moriatis no fue como la de Senna y Berger. Aquella de Japón no tenía ninguna connotación extra que un regalo a un amigo. La de Bugliotti en Termas era para que Moriatis sume más puntos para pelear el campeonato. Japón era el cierre de la temporada y todo estaba definido. Termas está dentro de la definición y fue para que quien estaba cuarto en la tabla, quede segundo.

Cada caso merece su estudio. Y así como es muy fácil tomar la maniobra y su resultado, y decir, “otra vez lo mismo”, también es fácil decir que la maniobra de Bugliotti fue por amistad, que era con autos de la misma marca, y que no perjudicó a nadie. No importa tanto que la orden haya existido o sólo haya sido una decisión de Bugliotti, pero analizando las circunstancias, es más parecida a la de Barrichello con Schumacher, que a la de Senna con Berger.

Hubo muchos casos que no merecieron cuestionamientos. Este año Mauro Giallombardo dejó paso a Guillermo Ortelli para que gane en Mendoza y nadie dijo nada. El año pasado Pechito López le dio la victoria a Leo Pernía y Oberá y nadie dijo nada. Y es más. El domingo pasado, Pechito López no le dio el segundo lugar a Guido Falaschi en Top Race en Paraná, y para muchos fue un error de estrategia del equipo…

¿Contadictorios? Si y no. Otra vez es más fácil mirar por arriba, superficialmente, y opinar que a los periodistas no les viene nada bien. Si levantan porque levantan, y si no levantan porque no lo hicieron.
No es así tampoco. Como se ejemplificó al comienzo. Dos maniobras pueden parece calcadas y no tener ninguna similitud. Levantar en la última curva de una carrera es un cachetazo al espectador, y salvo una situación muy especial como aquella de Japón ’91, no debería aceptarse bajo ningún pretexto.

Si un piloto no va a ganar porque los reglamentos lo atrapen para que no le convenga hacerlo, o porque ese resultado le viene mejor a un compañero de equipo, que no lo haga evidente clavando los frenos en el final, sería como que un arquero se siente en el arco en los diez minutos finales de un partido que su equipo va ganando, o que un tenista deje la raqueta en el piso y trate de pegarle con la mano en los dos últimos games de un partido que viene ganando. Sería escandaloso ¿no?

Parece que fuera el ego el que juega en contra, y con tal de demostrar que se podía ganar pero se decide no hacerlo, se ensucia una competencia deportiva en la que se supone, que se busca ganar. Quizás habría que sancionar al ego, como responsable de esos finales que nadie quiere ver.

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